Ayuda mutua en jóvenes consumidores de drogas

Trabajo grupal en grupos de autoayuda y el proceso de ayuda mutua con jóvenes consumidores de drogas

Juventud y adicciones: retos y alternativas -VI Congreso Nacional de Especialistas en Adicciones. Mérida, Yucatán - 6-8 de octubre de 2005.

Ponencia: "Trabajo grupal en grupos de autoayuda y el proceso de ayuda mutua con jóvenes consumidores de drogas".
Sábado 8 de octubre, 13:30 hrs.
 
Referencia bibliográfica: Montaño Fraire, Rolando, "Trabajo grupal en grupos de autoayuda y el proceso de ayuda mutua con jóvenes consumidores de drogas” en Memorias del VI Congreso Nacional de Especialistas en Adicciones (), pp. , Edit. Liberaddictus, A.C.  México, DF, 2005.
 
Curiosamente esta ponencia sobre grupos de autoayuda se encuentra en este Congreso como parte del panel de modelos alternativos. Pero los grupos de autoayuda son multitud, contándose por miles o decenas de miles y en algunas sociedades y países sus participantes se miden como un porcentaje de la población. Esta ponencia es más invitación a la reflexión, pero un dato puede servir para pensar. Las asociaciones intergrupales de AA reportaron en México más de 12,000 grupos en el año 2001, sin contar otros grupos que siguen ese esquema. Pero muchas otras personas, con muy distintas problemáticas y situaciones de vida, se reúnen en lo que en cada caso denominan “su” grupo de autoayuda y que los investigadores abocados al tema denominamos también grupos de ayuda mutua. Estos son fuertes movimientos y esquemas de respuesta social que aplican modelos y formas de trabajo diversas en países como España y otros, además de los anglosajones. Claro esta que el modelo de 12 pasos en forma alguna es el único, por mucho que lo respetemos y estudiemos. Tampoco es ese modelo “el original”. Se trata de esquemas de organización social, interacción, trabajo grupal y aprendizaje, con similares características que se establecen luego de equiparables procesos históricos microsociales, para abordar problemas emocionales y difíciles situaciones de transición en la vida de las/los participantes y que suelen ser importante componente cultural en muy diversas sociedades.

 ¿Serán los grupos de autoayuda una alternativa a la atención profesional o al revés? Tal vez más bien sea necesario que los especialistas en adicciones aprendamos a trabajar mejor con ellos; apoyarlos; interactuar; informarlos y colaborar en formas eficaces y provechosas para todos. Lo segundo es además de necesario, un compromiso profesional, ético y social para nosotros.

En el presente caso y para pensar el tema del trabajo en grupos de autoayuda para jóvenes adictos, puede ser apropiado comenzar por considerar en términos ideales, como una utopía, cual es el carácter y características de un grupo de autoayuda. Al igual que la democracia o la justicia social, el grupo ideal es mera ficción. Pero como toda utopía, es fundamental comprender sus características, para poder caminar en esa dirección.

Idealmente, el grupo de autoayuda sería un espacio en el que se cancelaría toda forma de violencia simbólica en la interacción entre participantes. Esto implica que dejarían de usarse todas las formas de acción micro-política tales como el chisme, ridículo, agresivos apodos, descalificación y otras formas de acción estratégica, encaminada a obtener posicionamientos desiguales, minar la fortaleza e identidad social y subjetiva de otros y objetivos asociadas. En tales circunstancias, los participantes serían iguales en términos simbólicos, valorativos y morales, generando así una situación de horizontalidad, constitutivo de dicha estructura y medio social y grupal.

Esto implicaría que desaparecería todo tipo de diferencia por experiencia; edad; profesión y también prerrogativas heredadas u obtenidas. Así establecidas las cosas, el grupo ideal sería una situación de entera libertad para hablar, particularmente de todo lo más difícil de expresarse en términos personales y emocionales, gracias a la inexistencia de las violentas y amenazantes características de la interacción propias del ser político que somos.

En tales circunstancias, un grupo de pares que comparten una misma situación y momento de transición en sus vidas, pudieran poner en juego entre sí todo tipo de experiencia personal con entera candidez. El respeto sería consecuencia automática, por el carácter del espacio y forma de interacción, así como los vínculos identificatorios entre participantes consecuencia del puente y lazo en términos de vida y simbólicos. Un esquema de esta índole permitiría establecer una situación de escucha en cada participante de una calidad excelente, particularmente para lo emocional.

Un grupo ideal ofrecería una situación perfecta para el aprendizaje, privilegiadamente con respecto a lo afectivo, por la automática reciprocidad en la interacción, generada gracias a la inexistencia de los obstáculos construidos socialmente para establecer las diferencias y que son lo que cancela esta respuesta, aquí sí natural para todo ser social, como lo somos los seres humanos. Es decir, al poder hablar con apertura, todo otro en tales circunstancias respondería recíprocamente. Con claros mecanismos, tiempos y formas para un trabajo grupal, la ayuda mutua sería la consecuencia directa, por una situación de apertura para hablar, escuchar y escucharse.

En este grupo utópico, las reglas claras y forma de interacción cancelarían la violencia simbólica a que estamos habituados. Los vínculos identificatorios, la estructura y tiempos del trabajo grupal dispararían un proceso ideal de trabajo, con etapas y tiempos. Cada uno pasaría de la catarsis a la asociación libre, con una gran calidad en su capacidad de escucha, lográndose como consecuencia una interacción con carácter interpretante en términos psicodinámicos. Gracias a ello se harían posibles procesos de elaboración del propio conflicto subjetivo y psicosocial, para arribar finalmente a la toma de decisiones que hace posible el cambio subjetivo. Como para quienes estudian la democracia o el estado de bienestar, quienes investigamos en este campo construimos modelos ideales a partir de lo observado y presente en grupos, sumando luego su teorización y extensión conceptual.

Evidentemente, este tipo de grupo ideal, al igual que la utopía del estado de bienestar y otras muchas, simplemente nos permite considerar universos posibles, procesos de subjetivación y subjetividades.

El grupo de autoayuda implica un proceso histórico en el que los fundadores y primeros participantes generan, incluso sin desearlo o saberlo, esquemas valorativos y morales específicos. También y gracias al proceso institucional, se establecen estructuras verticales o piramidales de poder y control, sea por herencia de los esquemas sociales, o por el propio proceso instituyente en el grupo. Las luchas de poder en lugar de hacerse solamente parte del trabajo subjetivo, producen dinámicas contrarias a lo que un grupo ideal de ayuda mutua requeriría. Las personas “de tiempo” y otros, con posiciones “especiales” en el grupo, dan consejos y se adueñan de un supuesto saber, aún cuando lo niegan manifiestamente, generalizando, etiquetando y valorando positiva o negativamente a otros, sus acciones, experiencia y narraciones. La capacidad del grupo para analizarse y reconfigurarse en formas más afines al ideal se hace tan imposible como la democratización de las sociedades supuestamente democráticas que se nos imponen, incluso militarmente, porque se consideran a sí mismas como la muestra y ejemplo a seguir. (¿O será en realidad por otros motivos, muy distintos a los que manifiestan?)

 

El asunto que hoy nos trae a la reflexión son los grupos de autoayuda y el proceso de ayuda mutua para jóvenes adictos. Pero, pensémoslos primeramente y antes que nada como jóvenes, con una capacidad enorme para distinguir los juegos de poder, la injusticia y las intenciones e intereses ocultos que subyacen a las acciones de quienes tienen más edad, un lugar en el mundo que habitan y una mucho mejor constituida imagen de sí mismos, tanto social como subjetivamente. El joven es aún en buena medida adolescente, con un proceso todavía inacabado de constitución de su identidad. En busca de aquello que le permita diferenciarse, ocupa el lugar de la resistencia ante la autoridad, pero es simultáneamente vulnerable a la incidencia de los procesos que en esta sociedad de consumo tienen efectos de subjetivación, y terminan por constituirnos en forma enteramente adecuada a los procesos económicos y mercados, sin que para ello haya intención o voluntad alguna como tal.

El joven sigue buscando esa tan añorada pertenencia en todas las formas de cultura y asociación disponibles. Encuentra siempre uno u otro grupo de pares que se viven en activa resistencia ante el poder, sea éste personalizado, institucional o estructural a su medio. Es la naturaleza del proceso de constitución del yo, y va mucho más allá de su relación solamente con los padres. Es una etapa de socialización en que las relaciones horizontales y fraternas, y la pertenencia a tradicionales o modernas etnias, sean rasta, dark, banda o de cualquier índole es fundacional y fundamental.

Siendo sujetos constituidos como consumidores desde temprana infancia, entre otros por una televisión omnipresente y que define en gran medida nuestro vocabulario y acervo conceptual cuando niños, la promoción de la noción de satisfacción inmediata como esquema en la fantasía que finca el consumo de productos y satisfactores, construidos tan intencionalmente como “necesidades”, produce específicas formas de subjetividad y respuesta. Antes que ser cada vez más sociales y aculturados, para alguna particular forma de actuar y relacionarnos con otros, la tendencia a las relaciones efímeras y fracasos amorosos es solamente parte y muestra de las formas de ser sujeto a que lleva una cultura de la satisfacción instantánea, fantástica y compulsiva, propia del consumismo.

La eficaz promoción y comercialización del alcohol y la nicotina son solamente parte, habiendo multiplicidad de patrones de consumo que el mercado produce al interior de cada persona. Se hacen parte de una forma de respuesta constante y permanente. Por ejemplo, las soluciones inmediatas buscadas en la atención médica, con la consecuente presión al uso de fármacos para una atención inmediata, antes por ejemplo que tratamientos que impliquen cambios de estilo de vida, hábitos y culturales. Es similar en el caso de cualquier producto con efectos psicoactivos, sea lícito o ilícito e independientemente de su fin original. Todos se hacen parte de una forma común de abordar todo tipo de necesidad.

El mercado y sus mecanismos ensamblaron tiempo atrás con las tradicionales formas culturales de uso de compuestos psicoactivos, exacerbando fuertemente su consumo hasta llevarlo al extremo absoluto posible, llegando incluso a la muerte del consumidor. En este proceso, el adolescente y el joven, así como los niños, son quienes más dócilmente responden a su mercadeo, gracias a intensos y flexibles procesos publicitarios de distinta índole que son eficaces para promover tanto a las drogas lícitas como a las ilícitas y otras, como los medicamentos, todo simultáneamente.

 

El grupo de autoayuda que se puede hacer espacio propio e invaluable para un joven adicto es uno que será propiedad y dominio justamente de éstos. En la medida en que sea propiedad de otros, pertenecientes a distintos rubros sociales, culturales y de edad, tendrá poco éxito, porque será menos el espacio de pertenencia y propuesta de valores y vida buscado, valioso por ameno, significativo y como alternativa adecuada a un particular momento de vida, lugar y situación. Como espacio de identificación, y para la construcción de una identidad propia, producto de elecciones voluntarias, el grupo en forma alguna puede ser dominio de otros, sino solamente de los propios jóvenes.

Para ayudar estos procesos, el efecto desarticulador de la capacidad de asociación y socialidad propio de las subjetividades producto del mercado y sus mecanismos necesitarán ser tenidas en cuenta, para buscar esquemas de construcción de proyectos y futuros que puedan ser reconocidos como dignos de ser perseguidos, por decisión autónoma de un grupo de jóvenes adictos, antes que como moralina, indoctrinación o velada presión del poder y lo instituido.

Cualquier propuesta para el trabajo en grupos para jóvenes debe tener diversos asuntos fundamentales en cuenta de inicio, por la agudeza para distinguir todo aquello que recubre intereses y jerarquías que ellos tienen. Por ejemplo, las grandes desventajas de la metáfora de enfermedad, tan nocivamente aplicada en asuntos patentemente psicológicos y sociales en su génesis y resolución como son las adicciones. Similarmente aquello que de enajenante tengan las premisas de que se parte. En cada caso esto implica una clara comprensión de aquello que de lastre llevan discursos problemáticos y superados que son remanentes de justamente aquello que produce estas tan difíciles situaciones subjetivas y sociales.

La promoción y gestión de novedosos grupos de autoayuda para jóvenes con problemas de adicción es un esquema de trabajo y acción complejo, pero con enorme potencial y valor. Los jóvenes, y quienes deseamos apoyarles para formar nuevos grupos de autoayuda para adictos, acertadamente buscan y desean creatividad y apertura en propuestas flexibles para la ayuda mutua. Esto implica reconocer aquello que sea esencial y estructural, conceptual y operativo en lo que se les ofrece, para que lo tomen o lo dejen. Depurando nuestra valiosa experiencia y conocimientos, constantemente buscando eliminar lo que atañe a nuestros propios límites.

Pensémonos como especialistas en la transferencia tecnológica de modernas formas de trabajo en grupos de autoayuda. Como divulgadores científicos y promotores sociales de potentes formas de organización y trabajo grupal podemos ayudar a construir el complemento social perfecto de nuestro trabajo profesional.

 

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