Actuación y narración: Paradigmas para la observación de las personas en grupo
Rolando Montaño Fraire
Contenido
El efecto del tiempo y las relaciones sociales en nuestra forma de ser 3
Introducción
En el texto que a continuación ofrecemos se presentan, a grandes rasgos, dos enfoques que hemos encontrado útiles, a la hora de observar el trabajo de pequeños grupos de personas, que son de particular importancia al intentar un análisis en contexto de los discursos ahí presentados por sus participantes.
Los dos procesos de investigación en los que participo son; el primero pertinente a modelos para el trabajo grupal autogestivo, sin coordinadores profesionales y, el segundo, sobre Grupalidad y Devenir Social, éste último coordinado por la Dra. Margarita Baz. En ambos casos he encontrado que estos enfoques para la observación son particularmente útiles, a la hora de intentar la dilucidación de los fenómenos grupales y los discursos de los participantes.
Es importante explicitar que las perspectivas a continuación detalladas se aplican siempre en conjunción complementaria con un enfoque psicodinámico, además de la aplicación de conceptos pertinentes a marcos teóricos correspondientes al estudio de la dinámica del funcionamiento de los pequeños grupos humanos, como lo es por ejemplo el grupo operativo.
La contención de emociones y deseos tiene efectos en lo que cada persona llega a ser; configura su personalidad. En algunos casos, para la mayoría de las personas, el resultado es la aparición de aquellos comportamientos a los que en salud mental se les aplica la metáfora de ‘síntomas’, es decir, manifestaciones externas de los conflictos internos entre lo deseado y lo factible; estos son los conflictos de los sujetos con su entorno social, que se llegan a convertir en su conflicto subjetivo interno.
Cada persona tiene ámbitos sociales en los que, con variado grado de éxito, logra definirse a sí mismo, y conocer formas de satisfacción y conformación subjetiva mediante las que puede obtener satisfactores, socialmente aceptables, para sus deseos. Siempre son necesarios medios y apoyos sociales que le permitan hacerse visible a cada persona sus nudos problemáticos, que se hacen manifiestos en su comportamiento, para que pueda entonces sublimar y encausar sus deseos.
Cubriendo en alguna medida estas necesidades, los pequeños grupos humanos se convierten en un medio para que los sujetos logren la dilucidación de sus colocaciones y de la lógica de su medio social. El entorno micro-social que se configura en un grupo hace posible, para cada persona, el análisis de las dinámicas sociales y de las estructuras culturales, a las que sus integrantes se encuentran supeditados, y en los que se han conformado como sujetos.
Vista la participación de las personas en un grupo como una actuación, y su discurso como una narración literaria, se logran hacer visibles diversas características de la misma. Éstos son medios que apoyan al observador, para comprender las formas en las que los integrantes hacen de su participación un medio para el análisis de los factores complejos de la vida social y de su participación en ésta, así como de su propia configuración subjetiva.
En las reflexiones que presentamos a continuación comenzamos por discutir algunos aspectos generales sobre cómo la red social, al pasar el tiempo, tiene un efecto en lo que las personas somos, para luego pasar a la discusión de cada uno de los dos enfoques mencionados y terminar finalmente con algunas breves conclusiones.
El efecto del tiempo y las relaciones sociales en nuestra forma de ser
Lo que la gente cree y hace es un efecto a largo plazo de un proceso de persuasión y de organización de las fuerzas políticas e ideológicas a lo largo de una serie de luchas en persecución de sus objetivos.
Adam Przeworski (1990:86)
La red de las acciones se hace tan complicada y extensa, y la tensión que supone ese comportamiento ‘correcto’ en el interior de cada cual alcanza tal intensidad que, junto a los autocontroles conscientes que se consolidan en el individuo, aparece también un aparato de autocontrol automático y ciego que, por medio de una barrera de miedos, trata de evitar las infracciones del comportamiento socialmente aceptado pero que, precisamente por funcionar de este modo mecánico y ciego, suele provocar infracciones contra la realidad social de modo indirecto.
Norbert Elías (1989:452)
Un documental sobre la vida de las focas muestra cómo una pequeña cría, que normalmente esperaría a ser alimentada sobre el hielo por su madre, cae en un hueco al agua e intenta salir de él durante horas. La madre misma no tiene la inteligencia para ayudarla a salir, empujándola desde abajo. Sólo una casualidad improbable permitiría que la pequeña foca lograra salvarse.
Similarmente, las personas somos animales sociales, insertos en un mundo de símbolos y relaciones, en los que quedamos atrapados en situaciones tan complejas, demasiado difíciles para nuestra comprensión, como salir de un hueco en el hielo lo es para una foca.
Las dinámicas de la familia y las estructuras del entorno social, los requerimientos de control interno y la lógica de nuestro complejo sistema psico-socio-histórico y económico, son más de lo que podemos comprender, aún con el apoyo de quienes nos rodean.
Entre los elementos, para nosotros invisibles, está el hecho de que las terapias y estructuras de apoyo y ayuda que construimos son, o se vuelven, parte del sistema social, de la dinámica del poder-económico y de mecanismos que se hacen integrales a la sociedad y que son medios por los cuales nos configuramos los sujetos. Quisiéramos pensar que estas terapias están para ayudar a las personas, a salir de los agujeros en el hielo y volver así a la superficie. Sin embargo, no solamente tienen las funciones que les atribuimos.
En el entorno social, a nivel micro, en el que está inserta cada persona – la familia, el equipo de trabajo, la escuela – ésta intentará encontrar vías para la solución de sus conflictos, tanto sociales como subjetivos. Sí no logra soluciones, o al menos medios encaminados a lograrlas, la persona entrampada desarrollará mayores conflictos internos y las correspondientes manifestaciones externas de los mismos, hasta llegar a ser en su persona de una manera que será rechazada por completo.
La fantasía de satisfacción, que ofrecen los medios de consumo, así como otras muchas características de nuestro sistema social-económico y de las dinámicas del poder, representan trampas para los individuos. Muchas veces no podemos salir de éstas. Es el caso, en especial, cuando no tenemos un entorno micro-social que nos sirva de apoyo, para el análisis de dichos fenómenos; para encontrar alternativas viables, de manera consciente, pero también para la asimilación de nuevas pautas y conformaciones subjetivas.
Vivimos actuando
Nuestras relaciones sociales cotidianas se pueden considerar equiparables a una representación teatral: Todos a nuestro alrededor se fijan en cómo actuamos. Las ayudas escénicas y de vestuario se hacen de crucial importancia; qué ropa vestimos, en qué silla nos sentamos y cómo es la oficina en la que nos visitan. Nuestra forma de saludar o presentarnos, y el apoyo escénico que representan otros para nosotros, definen una situación, encaminada a la cual adecuamos todos nuestros gestos y actitudes.
Nuestras acciones están dirigidas al apoyo de la escena de la cual formamos parte. Como en el caso de un actor en el escenario, nuestro objetivo “es sustentar una definición particular de la situación, definición que representa [...] lo que el actuante reivindica como realidad [...] El actuante puede decidir rápidamente cuál de las posiciones disponibles sobre un asunto asumirá, y actuar luego con toda sinceridad, como si su elección fuese la única posible. Y esta elección puede ajustarse sutilmente a sus propios intereses y a su situación particular” (Goffman, 1997:96).
Como integrantes de diversos grupos, el rol que asumimos en cada uno de ellos es fundamental. En la familia, que tipo de padre, hijo, hija, hermano o familiar somos. El tipo de actor que somos corresponde al estereotipo socialmente aceptado, en un medio social dado, para la actuación de cada uno de los integrantes de la escena y el escenario, ya sean éstos familiar, escolar, laboral, etcétera. “Nuestra concepción del rol llega a ser una segunda naturaleza y parte integrante de nuestra personalidad” (Goffman, 1997:31).
No es casual que hablemos de elementos tales como el rol, la escena o la actuación de una persona en un momento o situación dados. Los términos utilizados para el análisis de situaciones dramáticas, en representaciones teatrales, son automáticamente extrapolados, por cualquier persona, al teatro de la vida real. Si sucede así, no es tanto porque todos hayamos estudiado un mismo texto de teoría dramática y se nos ocurra genialmente aplicar las mismas ideas a la vida cotidiana de las personas, sino porque las relaciones sociales son en gran medida una forma de representación escénica.
Quienes somos y cómo consideramos y sentimos que somos, en nuestra persona, son en gran medida efecto de nuestra capacidad para asumir roles específicos, en situaciones sociales particulares. Los roles que logramos hacer nuestros inicialmente corresponden estrictamente a los lugares que nos fueron asignados, en cada escena a la que nos integramos, por los otros actores que participan en ella.
En la familia comenzamos por ser no sólo el hijo o la hija menor, sino el que lleva el nombre y que es considerada o considerado por otros como poseedor de características que, proyectivamente, le han asignado los demás, como integrantes de un escena. Mediante procesos similares, en otros grupos y entornos micro-sociales, asumimos roles y funciones, que son definidos, inicialmente, por otros, de acuerdo a la lógica y necesidades de la representación que el grupo sustenta y conforme a los intereses propios de quienes asumen la dirección escénica. Por esos medios también asumimos, en el rol que desempeñamos, encargos, que no sólo corresponden a la lógica de la situación escénica, sino también a las fantasías y deseos inconscientes de otros.
En todo grupo social nos vemos envueltos en situaciones en las que tenemos que jugarnos; empeñarnos para lograr transformar ese rol menor, que nos fue asignado, por uno nuevo, que nos sea estratégicamente más provechoso; lograr llegar a una nueva colocación en la escena, que corresponda mejor a la imagen que deseamos tener de nosotros mismos, es decir, de quien nos imaginamos que somos; un nuevo lugar, que nos permita escapar del aprisionamiento y de las desventajas intrínsecas al papel que inicialmente tuvimos que asumir. Gradualmente, los papeles que logramos ir desempeñando, en cada escenario (de amistades, deportivo, de compañeros de trabajo) se convierten en lo que somos.
Por debajo de nuestros principios proclamados y de nuestra palabra empeñada, debemos esconder asiduamente todas las desigualdades de nuestro humor y nuestra conducta, y esto sin hipocresía, ya que nuestro carácter elegido es más verdaderamente nuestro que el flujo de nuestros sueños involuntarios (Goffman, 1997:68).
Los pequeños grupos sociales, en cualquier ámbito de la vida, son el escenario en el que se desenvuelve, no sólo nuestra actuación sino, como consecuencia de ella, el proceso por el cual nos constituimos continuamente en la persona que en cada momento somos, a lo largo del tiempo y con base en nuestra actuación.
En cualquier grupo social “los participantes contribuyen a una sola definición total de la situación, que implica no tanto un acuerdo real respecto de lo que existe, sino más bien un acuerdo real sobre cuáles serán las demandas temporalmente aceptadas (las demandas de quiénes, y concernientes a qué problemas). También existirá un verdadero acuerdo en lo referente a la conveniencia de evitar un conflicto manifiesto de definiciones de la situación” (Goffman, 1997:21).
En cualquier escena dada, la “definición inicial de la situación proyectada por un individuo tiende a proporcionar un plan para la actividad cooperativa subsiguiente –al prestar énfasis a este punto de vista de la acción– [y] no debemos pasar por alto un hecho decisivo: cualquier definición proyectada de la situación tiene también un carácter moral particular” (Goffman, 1997:24). Por este último motivo, la dirección escénica que logra marcar un participante dado puede definir, no sólo el trabajo del equipo en su conjunto, sino a cada persona que participa, en cuanto a su propia definición de sí mismo, así como a la manera en que concibe e interpreta su entorno social y a la realidad circundante. Al mismo tiempo, la escena se sujeta a las normas propias del medio social al que pertenece el grupo. En los estrechos márgenes de acción que restan es en donde cada uno lucha por lograr alcanzar los beneficios de un mejor posicionamiento en el entorno dramático.
Debido a este carácter escénico de las relaciones sociales, el lugar que ocupa cada integrante de un grupo “no es necesariamente un vínculo de naturaleza orgánica, que se desarrolla poco a poco durante el transcurso del tiempo pasado en común, sino que constituye, más bien, una relación formal que se concede y se recibe automáticamente, tan pronto como el individuo ocupa un lugar en el equipo” (Goffman, 1997:94). Lo que es de crucial importancia, en el momento de la integración de un nuevo actor, es su propia comprensión inicial de la representación del grupo, de modo que al integrarse a ella no ocasione ningún tropiezo en el desarrollo del trabajo escénico.
Así, el conjunto de personas que definen una escena se constituyen en un equipo, que trabaja “no en relación con una estructura social o una organización social, sino más bien en relación con una interacción o una serie de interacciones, en las cuales se mantiene la definición pertinente de la situación” (Goffman, 1997:116). Cada participante colabora en esta tarea, a la vez que participa en la lucha, con distinto grado de éxito, por lograr una más ventajosa colocación en el espacio escénico, siempre y cuando esto sea sin generar discordancias inaceptables para la representación misma.
Los errores en los que incurra un actor social, en un ámbito dado, que sean de un carácter tal que lleguen a tener como resultado la disrupción grave o total de la representación, resultarán en su expulsión automática, la cual se llevará a cabo de manera concertada por el resto de los participantes.
Similarmente, un buen desempeño lleva gradualmente a la ocupación de roles estratégicos para la definición y sustento de cada situación dramática, en las siempre cambiantes escenas de la acción social. El resultado de esta actividad es que, “quienes contribuyen a presentar la actuación de un equipo, difieren en cuanto al grado de predominio dramático otorgado a cada uno de ellos [particularmente en cuanto a lo que constituye su] predominio dramático y predominio directivo” (Goffman, 1997:112) que evoluciona y coloca a los actores de manera diferenciada.
Es en esta dinámica en la que se define, en el ser de los participantes, no sólo su carácter protagónico, sino las características particulares de aquellas personas que gozan del privilegio de una mayor libertad de acción, que es igual a una libertad de escenificación.
La vida es un cuento
Según el realismo narrativo, las estructuras narrativas existen en el mundo humano mismo. [...] Las vidas tienen la forma de una historia (179). La manera en que una generación entiende su pasado está en función de lo que considera que es, pero como se comprende está en función de como ve su pasado. La relación entre el pasado, el presente y su interpretación no es simple ni unidireccional; es mas bien dialéctica (189). ¿Cuál es la relación entre yo, el que cuenta la historia y tú, el otro acerca de quien yo la cuento, como medio para comprender tus pensamientos y acciones?
Brian Fay (1996)
En cada momento y en todo lugar contamos, y nos contamos, historias de lo que sucede, para comprender el entramado social, las colocaciones de cada persona, nuestra propia colocación.
Lo que se aplica para la visión de sí misma de una generación es igualmente válido para cada persona, en cuanto a su propia historia subjetiva. La forma en que funcionamos socialmente es equiparable a nuestro funcionamiento individual.
Cuando dos personas se encuentran, no es más que eso, un encuentro. Es solamente en el recuento posterior que ese encuentro es considerado el inicio de un romance, de una lucha o de una asociación profesional.
La forma en que en un momento dado vemos nuestro pasado, está relacionada con la visión de nosotros que otros Si aquellos otros, importantes para uno, en la familia, entre las amistades, la escuela, etc., nos consideran emprendedores, inteligentes y productivos, nuestra visión de nosotros mismos será ésa. tienen.
Puede parecer obvio, pero el entramado entre la visión de cada uno que los otros tienen y la visión que de sí mismo tiene cada cual, es de crucial importancia, tanto para el equilibrio emocional, como en su defecto, para la aparición de conflictos psíquicos individuales, disfuncionalidad de la familia, o fracaso escolar o laboral de los individuos así como también de grupos enteros.
La narración de la propia historia personal permite la nueva articulación, en una estructura que sí tenga sentido, para aquellos individuos y grupos que se encuentran en conflicto. El individuo cuya narración de su propia historia personal, concepción de sí mismo y de su lugar en el grupo, está trabada en un nudo, que corresponde a una imagen dada de lo que él mismo es, necesita reconstruir su historia personal, para poder cambiar quién y cómo considera que es, y así poder ser otro.
Frecuentemente necesitamos desbaratar (desconstruir) mucho de lo que nos parece natural en las narraciones, mediante las que nos formamos una imagen de nosotros mismos, y del medio micro-social en el que nos movemos.
Lo que consideramos “natural” es algo que ha sido construido, en nuestra mente. Lo que al jefe le parece natural y normal, por ejemplo, trabajar más por menos dinero, al subalterno puede no parecerle nada natural, y viceversa. Nos parece absolutamente natural que el planeta tierra sea una esfera, pero eso no tiene nada de natural. ¿Qué podría parecernos más natural que la idea de que después de dormir vamos a despertar? Por repetición y tiempo, no nos acordamos siquiera de cuando dejamos de preocuparnos por la posibilidad de no despertar.
Un grupo de amigos define sus relaciones como de camaradería, igualdad y apoyo mutuo. En otro caso, los participantes de un grupo se describen como una comunidad de iguales. Las fricciones en ambos medios pueden ser vistas como algo ajeno. El integrante que protesta, o que no logra adecuarse a la dinámica del grupo, puede llegar a ser culpado, marginado o expulsado, quedando negada por los demás la crítica hecha al grupo.
Una nueva elaboración de lo sucedido, por parte de un integrante marginado o expulsado, puede encontrar una descripción del grupo como de personas en pugna y competencia por el liderazgo, o por el prestigio en él. Los integrantes pueden encontrar que la importancia de ser un participante “de hace tiempo” o “nuevo” es, desde la nueva perspectiva de la narración de la historia, mucho más importante de lo que en un momento pensaban.
Mediante la nueva narración, la importancia de las luchas por el poder, las jerarquías y las colocaciones, que no eran aparentes, pueden llegar a hacerse visibles. En la narración original, se puede decir que se intentaba ocultarlos, ya fuera intencional o, caso más frecuente, de manera no consciente.
Las historias, que los individuos o los grupos (e incluso las culturas) pensamos que estamos viviendo, en un momento dado, y las que en algún momento posterior llegamos a considerar haber vivido “en realidad”, no necesariamente son iguales.
Un relativo acuerdo entre los participantes, en cuanto a una narración dada de lo sucedido, de la situación y de las colocaciones de cada actor y del sentido que para cada participante implican, pueden ser la base para lograr la cordura de cada uno, así como para lograr una mayor armonía, mediante una mayor comunicación y acciones llevadas de común acuerdo, ya sea en la familia u otro grupo social.
Por otra parte, “la persona puede actuar solamente cuando experimenta el momento presente en su conexión con un pasado, y como algo que apunta hacia un futuro” (Fay, 1996:192). En el proceso en el que, narrando, se explora la memoria y se llegan a ver los sucesos pasados en una nueva luz, aquellos elementos que parecían no tener ilación, o que se rechazaban, terminan teniendo un nuevo sentido, y ofrecen una nueva colocación para la persona en la narración de la historia personal (Fay, 1996:192).
De esta manera, un matrimonio por ejemplo, o bien una asociación profesional exitosos, son aquellos en que los integrantes están de acuerdo en la trama, y el escenario, de la narración de la cual son parte (Fay, 1996:193).
“Las acciones no son de un solo hilo, sino de un campo narrativo, en el cual una diversidad de narraciones posibles compiten entre sí por lograr la supremacía” (Fay, 1996:193). La lucha entre las distintas versiones de la historia, tanto individual como familiar, de la pareja o del conjunto de amigos, o de los integrantes de un grupo, nos muestran las luchas de poder existentes en cada uno de estos medios. Cada versión de la historia coloca a los actores en posiciones de protagonismo o no. Estas posiciones tienen efectos reales.
(Consideremos un caso extraído de la memoria del lector para ilustrar; pensemos quien es el “jefe”, quien ejerce el presupuesto, quien decide las actividades, pero todos a la luz de la versión de la historia que es aceptada como la “verdadera” por el grupo en cuestión.)
Los procesos de proyección e introyección, primordialmente inconscientes, son el elemento clave por medio del cual los individuos específicos se hacen cargo de problemáticas o disfunciones, que en realidad son de la pareja, el grupo, el conjunto social, o la sociedad en general. Estos procesos quedan interconstruidos en la historia que se considera la “verdadera”.
Es el caso por ejemplo y para ilustrar, del niño denominado ‘imposible’ o ‘rebelde’, que asume las problemáticas complejas de los individuos y de la familia. En la narración familiar, su historia, construida por otros, puede ser la del actor que es responsable de los conflictos y desacuerdos familiares. Al intentar resolver los errores que asume como suyos, el niño se encuentra en profundo conflicto subjetivo, ya que nunca encontrará una solución completa. Esto se debe a que el problema no está solamente al interior de sí mismo, sino en los otros que forman parte de la ecuación social.
Reconstruir los hechos, conforme a una nueva narración, dándole sentido conforme a la propia visión de lo sucedido, conforme a los intereses e imagen nuevamente construidos del pasado, es el proceso necesario para darle sentido al presente, y poder entonces visualizar el movimiento hacia un futuro posible. “El orden que llegamos a atribuirle a una vida o vidas, tiene la misma forma que el inherente a las acciones cuyo sentido estamos tratando de esclarecer. Pero no se sigue de ello que una acción intencional sea parte de una sola narración, o que exista una Verdadera Historia acerca de cualquier vida o suceso histórico” (Fay, 1996:197).
El conflicto y el síntoma, la “enfermedad”, son el resultado de lo que consideramos que es la “Verdadera Historia.” Mientras la narración de la propia vida no sea reformulada en nuevos términos, no pueden eliminarse.
Para dejar de ser un niño problema, un comedor compulsivo, un adicto o cualquier otra conformación individual y social en conflicto, es necesario reconstruir nuestra historia personal. Para reconstruir nuestra historia, necesitamos narrarla ante otros; meditarla; hacerle modificaciones; tomar prestados trozos y formas de los relatos de otros. Todo lo que nos permita ver con nueva luz los sucesos pasados.
Necesitamos ver cómo un suceso, que veíamos como el final de algo, puede considerarse, posterior a la exploración de diversos aspectos, alternativas y explicaciones, el punto de transición hacia algo nuevo. El suceso que veíamos como un nudo o callejón sin salida, toma un aspecto distinto. Usando la metáfora de la “enfermedad”, la nueva forma de ver las cosas toma el sentido de una “cura”.
Nuestra narración tiene que pasar de una tragedia, o peor aún una historia trabada y sin desenlace posible, en la que no somos actores, a una forma por ejemplo de comedia; una historia con sentido y que nos incluye.
La participación en un grupo es un apoyo para los procesos de reelaboración narrativa de los participantes, siempre y cuando el integrante logre usar el esquema para una reconstrucción. Un curso negativo del proceso se puede dar, debido a que en todo grupo se dan dinámicas de lucha, que generan conflicto en los miembros, y que pueden ser tan problemáticas como aquellas de las cuales intentan des-sujetarse y necesitan re-elaborar.
Las “narraciones están en la vida, y no solamente son acerca de ella. [...] Vivimos dentro de historias que se desenvuelven y que necesitamos continuamente contarnos, para poder llevar a cabo cualesquiera acciones intencionales” (Fay, 1996:191). Todo grupo ofrece la oportunidad de reconstruir la narración del pasado de cada integrante, para de esa manera lograr un lugar y sentido distintos para sí, que permiten vislumbrar un nuevo futuro, menos obscuro de lo que parecía.
Conclusiones
Con el objeto de hacer observaciones y análisis de los procesos de interacción entre los integrantes de un grupo, así como del discurso de cada uno de ellos, un investigador, cualesquiera que sean sus objetivos específicos, necesita algunos enfoques o paradigmas de observación.
Como resultado del trabajo de campo correspondiente a dos proyectos de investigación, sobre grupos, en los que participo, he encontrado que han sido especialmente útiles los planteamientos de la narrativa, de acuerdo a Brian Fay, y el enfoque dramático que Erving Goffman define en su Presentación de la persona en la vida cotidiana.
Las perspectivas antes descritas pueden ser de utilidad para lograr una mas pronta comprensión de los entornos micro-sociales de los grupos familiares, laborales, de amistades y otros. Estos enfoques también pueden apoyar el análisis y la interpretación de la dinámica e interacción que los integrantes de un grupo presentan al interior del mismo.
Integrando los esfuerzos por comprender las dinámicas sociales y problemáticas subjetivas de los integrantes de un grupo, a la observación de su inserción en el mismo, es posible que se logren mejores resultados, de acuerdo a los propios objetivos de investigación de cada observador.
En el caso de la aplicación de estos principios al estudio de los factores que permiten un trabajo autogestivo en un grupo, se ha encontrado que un elemento útil, encaminado a este fin, es que al propio esquema normativo para la estructuración del grupo se integren medios que propicien una libre presentación narrativa de lo que cada participante lleva al mismo. Cuando el esquema para el trabajo grupal permite esto, se hace ‘natural’ que cada participante tenga datos o herramientas para el análisis de lo presentado por otros, de modo que luego pueda entrar en un diálogo, con respecto de la lógica narrativa que observa, y de los nudos y alternativas a la misma, como parte integral de su participación en el grupo mismo.
Por otro lado, la consideración de las maneras en que cada persona, en lo particular, se integra en el tejido social, y manifiesta su pertenencia a las instituciones en las que se encuentra inserto, así como el efecto particular de la lógica económica y social en su medio social inmediato, se hacen presentes en la forma en que los participantes de un grupo manifiestan sus expectativas a futuro, y sus expectativas de colocación social. Una forma en que esto puede ser observado es mediante la aplicación del esquema de la inserción de los actores en entornos que pueden ser comprendidos como escenarios.
Como se ha visto en el desarrollo anterior, hemos encontrado que los esquemas de observación de personas en grupo que integren las nociones de narración y de actuación pueden ser gran utilidad para la investigación que se lleva a cabo mediante pequeños grupos, o bien para aquella en la que los grupos mismos son el objeto de estudio.
Bibliografía
Elias, Norbert, “La coacción social y la autocoacción” en El proceso de la civilización, Edit. F.C.E., México, 1989.
Fay, Brian, “Do we live stories or just tell them?” en Contemporary philosophy of social science. A multicultural approach, Cambridge, Editorial Blackwell, 1996. (Mi traducción.)
Goffman, E., La presentación de la persona en la vida cotidiana, Edit. Amorrortu, Argentina, 1997.
Przeworski, Adam, “El proletariado dentro de una clase. Proceso de formación de las clases” en Capitalismo y Socialdemocracia, Edit. Alianza-Universidad, México, 1990. (Citando a Gramsci, 1971, p. 192.)
Schafer, 1978 y Spence, 1982, citados por Brian Fay, “Do we live stories or just tell them?” en Contemporary philosophy of social science. A multicultural approach, Cambridge, Editorial Blackwell, 1996, p.192